O eres emprendedor, o tienes un amigo que lo es, o conoces un caso próximo, o estás a punto de serlo. Parece ser que la emprendeduría está de moda y es que hoy en día solo tienes que tener una buena idea, un buen plan empresarial y capital para hacer realidad tu sueño. Aquí es donde entran las startups, es decir, las pequeñas o medianas empresas de reciente creación y vinculadas al mundo tecnológico.
Al tratarse de empresas poco desarrolladas y normalmente formadas por pocos trabajadores, su organización es, en la mayoría de casos, más simple que en empresas consolidadas y de mayor recorrido. En este caso, los profesionales que dan forma a las startups son especialistas en cada uno de los sectores que componen el negocio (producción, comercialización…). Por este motivo, cada profesional actúa en su área y, normalmente, sin demasiados trabajadores a su servicio, de forma más directa.
¿No dicen que menos es más? Pues con las startups es bien cierto. Una organización con pocos miembros en el equipo permite gestionar más rápidamente todas las decisiones que se tomen. Además, al no tener que mover departamentos con decenas de trabajadores, la capacidad de cambio y adaptación al mercado es muy alta. Aún así, la organización de la startup sufrirá cambios según su evolución en el mercado. Es decir, si el producto tiene una arrancada positiva, seguramente el equipo que forma la empresa se ampliará.
El capital. En realidad, las startups no necesitan inversiones espectaculares, pero sí que para ser rentables deben obtener importantes ganancias los primeros años de creación. De hecho, a las startups que crean una idea factible y que encaja enseguida en el mercado no les resulta muy difícil lograr ganancias importantes de forma bastante inmediata.
¿Una startup es para toda la vida? A un caramelo rápidamente le aparecen muchas bocas dispuestas a comérselo. De la misma forma, a una pequeña empresa con rápidos beneficios enseguida se le presentan inversores particulares que quieren depositar capital en el proyecto. Se trata de los llamados “Business Angels” y suelen invertir pequeñas cantidades en distintas startups, con el objetivo de que alguna de ellas llegue a lo más lejos y deje de ser pequeña empresa para siempre. Por este motivo, las startups tienen fecha de caducidad.
Pero antes de que caduque la startup, existen una serie de etapas fundamentales por donde tiene que pasar el negocio. La seed stage o etapa semilla representa la formulación de la idea de negocio por parte de un equipo compuesto por pocas personas. Cuando el producto se ha desarrollado, es el momento de ponerlo en el mercado (early stage o etapa temprana). Puede que la versión del producto no sea la definitiva, pero se trata de una etapa importantísima para conocer cuáles son las impresiones y reacciones de la gente. Tras la llegada al mercado, la startup tiene que pasar por la growth stage o etapa de crecimiento, probablemente la más decisiva para el futuro de la empresa. Si el crecimiento es positivo, no sorprenderá que llegue la etapa de expansión o expansion stage y la futura caducidad de la startup, que dará paso ya a una empresa consolidada y, seguramente, con un equipo más amplio y complejo.
Las andadas de las startups son de corta vida, pero han dado lugar, en muchos casos, a grandes empresas de reconocimiento internacional. Instagram, Twitter, Facebook y muchos otros empezaron así. ¡Va, que sabemos que tienes una idea genial en tu mente!