Antes

6.30 h. ¡Qué duro! Pienso: “Horas infrahumanas de levantarse”. Muevo la cabeza y me doy cuenta de que los efectos del analgésico que me tomé ayer por la noche ya son historia. Tras seis horas de sueño, comienza otro día. Ducha, desayuno y portazo. Justo ahora empieza la odisea del viaje hacia la oficina: 10 minutos andando y 20 de metro. Aún así, puedo estar contento porque tengo compañeros que se pasan más de una hora para llegar al trabajo. Y, por fin, son las 8 y entro por la puerta. Sí, apuro al máximo, no pienso regalar ni 5 minutos a la empresa.

12 h. Después de cuatro horas sentado en la misma silla sin moverme ya no siento ni el dolor de espalda que hace tres semanas que me atormenta. Hoy en la oficina se respira tensión. No sé si es porque hay rumores de que pronto llegarán algunos cambios en la plantilla o porque es lunes y la gente tiene escasas ganas de empezar la semana trabajando. 13 h: hora de comer. Hoy dudo entre comer con algunos compañeros o hacerlo delante del ordenador y avanzar trabajo. No tengo muchas ganas de hablar con ellos del rumor de los cambios de plantilla…

14 h. Tres horas y seré libre.

Después

7.15 h. Bien, hoy he dormido 8 horas. Una buena ducha para activarme y en media hora salgo por la puerta: las ventajas de vivir a 10 minutos del trabajo. Además, parece que hoy llevo un cohete en el culo, porque he llegado antes de lo que tengo por costumbre. Así pues, aprovecharé para hablar con los compañeros sobre lo que han hecho el fin de semana. Antes de entrar al coworking, en la panadería de al lado compro el desayuno para así poder comer con algunos de los coworkers mientras debatimos los temas del día leyendo el periódico.

12h. Tras media hora de desayuno y el resto de tiempo trabajando, estoy satisfecho con la parte de proyecto que he avanzado. Últimamente “productividad” es una de las palabras que más utilizo y creo que en parte es gracias al ambiente de trabajo. Entre los coworkers no hablamos demasiado cuando cada uno está con lo suyo, pero si tengo dudas de algo o ganas de comentar alguna cosa, lo comparto con ellos. Así, de vez en cuando rompemos el silencio y amenizamos un poco el ambiente. 13 h: ¡a comer! Llegó el mejor momento, cuando nos sentamos todos juntos en una gran mesa, hablamos del notición de la mañana, nos reímos del comentario desafortunado de uno de los coworkers…

14 h. Tres horas por delante: ¡ahí vamos!

El concepto del coworking es muy distinto al de trabajar en la oficina de una sola empresa o en casa. Es inevitable que se respire un ambiente distinto en un lugar donde cada uno trabaja de lo suyo y no existen presiones ni tensiones entre compañeros. A menudo olvidamos el papel que tiene el empleo en nuestras vidas. Cada día, cada semana, cada mes, cada año… Son muchísimas las horas que trabajamos y no es lo mismo pasarlas en un espacio ameno, productivo y divertido, que hacerlo en una clásica oficina o en casa. El coworking es tu gran oportunidad de ser feliz trabajando. Alguien tenía que decírtelo… 🙂