La pandemia del coronavirus ha puesto patas arriba el mundo tal y como lo conocíamos. Son muy pocos los negocios y empresas que han conseguido escapar al duro golpe de esta crisis. Y, por desgracia, el sector del coworking no forma parte de esa excepción.

Después de casi un año lidiando con esta nueva coyuntura, es el momento de hacer balance. Tenemos información suficiente para valorar el impacto real que ha tenido la COVID-19 para los espacios de coworking y aventurarnos a predecir qué oportunidades se presentan para el futuro del sector.

El miedo y la inestabilidad económica, principales enemigos del coworking

La crisis del coronavirus nos cogió a todos por sorpresa. Pero, sobre todo, puso en jaque la economía de miles de emprendedores que vieron como las previsiones y planes que tenían en marcha se hacían añicos ante esta situación sobrevenida.

La reducción de ingresos y la incerteza sobre la futura viabilidad de sus negocios han sido las causas principales que han forzado a muchos emprendedores a recortar gastos. Algunos, por ejemplo, han tenido que cambiar los despachos o mesas de trabajo que tenían contratados en coworkings por oficinas improvisadas en casa.

Por si fuera poco, hay coworkers que todavía se muestran escépticos sobre la seguridad de estos espacios. Los motivos principales son el miedo al contagio y el desconocimiento sobre los protocolos anticovid y las medidas de higiene adoptadas por los coworkings.

No obstante, la mayoría de espacios han tomado las máximas precauciones para reducir el riesgo de cualquier posible contagio. Algunas de las principales medidas de seguridad aplicadas son: la obligación del uso de mascarilla en zonas comunes, disposición de geles hidroalcohólicos, refuerzo de la limpieza del centro, ventilación constante, reconfiguración de espacios para garantizar una mayor distancia de seguridad entre los coworkers, reducción del aforo de las salas de reuniones y suspensión temporal de eventos presenciales, por ejemplo.

Hacia un nuevo perfil de coworker más local

Si alguna vez has trabajado en un coworking, sabrás de lo que hablamos. Una de las particularidades principales de los coworkings es la existencia de una comunidad internacional formada por una gran variedad de profesionales de diferentes sectores. Esta diversidad de perfiles es la que fomenta precisamente una de las principales ventajas del coworking: la creación de sinergias y colaboraciones entre emprendedores y empresas.

Sin embargo, el cierre de fronteras y el confinamiento perimetral aplicado en muchas comunidades ha cambiado totalmente la dinámica que había en muchos espacios. En tiempos de coronavirus, la presencia de coworkers internacionales ha desaparecido casi por completo para dejar paso a un perfil de usuario más local.

Consolidación del teletrabajo

La inestabilidad económica ha supuesto un duro revés para muchas empresas que no solo han visto reducir sus ingresos, sino también sus plantillas. Aquella oficina propia de 100 m2 ahora queda grande para un equipo que ha pasado de 15 a 5 trabajadores. En este sentido, los coworkings se presentan como la alternativa perfecta tanto a la oficina tradicional como al teletrabajo en casa.

Y es que, aunque el teletrabajo en casa pudiera parecer a priori un gran atractivo y motivación para muchos empleados, la realidad ha acabado siendo muy diferente a la esperada. Jornadas de trabajo maratonianas, falta de separación entre vida personal y profesional, aislamiento social, falta de concentración y pérdida de productividad… y una larga lista que ha acabado convirtiendo el teletrabajo en algo más parecido a un castigo que un premio.

Pero el problema de esta cuestión no reside en la esencia del teletrabajo, sino en la forma errónea de implementarlo. Las empresas son responsables de velar por el bienestar y la salud mental de sus trabajadores y un sistema de teletrabajo mal aplicado puede acabar pasándoles factura.

En este sentido, la elección de un coworking puede ser la solución perfecta para ambas partes. Por un lado, las empresas consiguen reducir los costes de una oficina tradicional y deslocalizar sus equipos para reducir al máximo el riesgo de contagio. A su vez, gracias a la flexibilidad de sistemas como el teletrabajo y el blended working, ¡los trabajadores ganan la posibilidad de trabajar en un espacio inspirador rodeados de otros profesionales que se apoyan mutuamente!

 

En definitiva, no cabe duda de que el coronavirus ha puesto en aprietos al sector del coworking. Pero también es cierto que la mayoría de espacios han sabido aguantar el golpe de manera ejemplar. Los coworkings se han amoldado a esta nueva coyuntura con medidas suficientes para garantizar espacios seguros y servicios mucho más flexibles adaptados a la necesidad de cada cliente. Aunque la recuperación será lenta y progresiva, ¡podemos asegurar que al coworking le queda todavía mucho camino por delante!